El uso de gemas orgánicas también es muy común en joyería. Existe una gran diversidad de este tipo de gemas (de origen vegetal fosilizado o de origen animal, ya sea de crustáceos, de reptiles o de mamíferos), cuya producción puede suponer un maltrato y un abuso para el planeta. Es importante exigir la garantía de trazabilidad y de prácticas responsables en el comercio de gemas y otros materiales orgánicos, igual que hacemos con las gemas inorgánicas. Veamos cuáles son y sus principales problemáticas.
Carey: Son piezas trabajadas con las escamas de la concha o caparazón de tortugas Carey. Estos animales están en peligro crítico y su captura está prohibida desde 1877, aunque la caza furtiva de esta especie sigue existiendo para comercializar el carey.
Marfil de elefante, mamut, rinoceronte, narval: El marfil o dentina, es un material duro, compacto y blanco que forma parte de los dientes de los vertebrados, siendo el más conocido el procedente de los colmillos de los elefantes. En gran parte del planeta está prohibida su comercialización, pero al igual que con el carey, existe la caza furtiva y hay que evitar su uso para erradicar estas malas prácticas.
Coral: Los corales son diminutos animales marinos que viven en grandes colonias en un esqueleto de carbonato de calcio (este esqueleto es el que se ha utilizado como gema). Debido a la sobrepesca y a las aguas de mares y océanos cada vez más ácidas y contaminadas, esta especie está desapareciendo. Por esta razón deseamos evitar la pesca de nuevos ejemplares y proponemos potenciar su reutilización y el reciclaje de antiguas joyas con coral para nuevas creaciones.
Hueso: A menudo se tallan huesos de grandes mamíferos. Recomendamos evitar el abuso y explotación animal siempre que se pueda y si se desea trabajar con este material, que sea de animales sin peligro de extinción, locales y de especies que se críen con más fines, como la alimentación.
Nácar: El nácar o madreperla es la capa interna de la concha de los moluscos, constituida por la mezcla de carbonato cálcico y una sustancia orgánica. Un material que produce reflejos irisados característicos. Se extrae generalmente de excavaciones, pero no se debería abusar, pues su degradación natural es la que crea la arena de las playas, en la que habitan muchos otros seres vivos.
Ébano: Prohibido por escasez de ejemplares, hay una certificación para que se pueda talar un número de ejemplares al año, pero recomendamos evitar su uso y sustituirlo por otras maderas.
Semillas: Es importante evitar el uso de semillas de vegetación en peligro de extinción. Si es necesario emplear semillas, mejor que sean locales y sin tratamientos agresivos.
Ámbar: Es una resina fosilizada de origen vegetal. Creemos que es una gema con la que podemos trabajar sin grandes problemas. Solo debemos preocuparnos de su trazabilidad, para poder conocer su origen y por quién ha sido recolectado y manipulado.
Por último, nos referimos a las perlas. Las perlas naturales se forman con la entrada accidental de un cuerpo extraño, que puede ser un parásito, un pequeño fragmento de concha o un grano de arena, en el manto del molusco. Pero las perlas naturales ya apenas existen y en joyería lo más frecuente es usar perlas cultivadas. A diferencia de las primeras, éstas no se forman de manera natural, sino que son el resultado de una especie de operación quirúrgica que puede ser considerada como una agresión al animal. Se le introduce un núcleo de nácar a cada ostra y se vuelven a introducir en el mar, en bateas o viveros, y pasado un tiempo se recogen las ostras y se abren para extraer la perla que han fabricado. Este proceso mata al molusco. Es cierto que para poder garantizar la vida de las perlas en las bateas las aguas deben estar muy limpias y eso favorece la proliferación de mucha fauna alrededor de estos criaderos, pero en otras ocasiones también suponen un abuso al ecosistema marino local.
En el interior de nuestro colectivo hay diferentes posicionamientos respecto al uso de estas gemas en prácticas de joyería responsable. Hay quien propone evitar el consumo de nuevas perlas cultivadas y potenciar la reutilización, aprovechando las que ya están en circulación; quien considera que el uso de perlas cultivadas no supone un daño suficientemente relevante; y quien se inclina por iniciativas de extracción responsable, ya sean naturales o cultivadas, como la de este ejemplo en la Polinesia Francesa.
Para ampliar información, consulta el apartado dedicado a las gemas y otros materiales orgánicos de nuestra guía La joyería responsable.