Cuando pensamos en Madagascar, las imágenes que viajan por nuestra mente tienden a ser de inmensas playas paradisíacas, bosques de baobabs o parques naturales en los que conocer alguna de las más de cien especies de lémures que habitan la isla. Sin duda, es uno de los lugares más singulares de la Tierra, con una biodiversidad excepcional que acoge una vida salvaje única, la mayor parte de la cual no se encuentra en ningún otro punto del planeta.
Madagascar también es uno de los países con mayor abundancia de gemas de color: alberga zafiros de todos los colores —muchos de estos colores únicamente se han descubierto allí—, rubíes, esmeraldas, aguamarinas, turmalinas, granates, ágatas y topacios, entre tantas otras. De hecho, se estima que tan solo el 10% del país no contiene gemas. Desde que en 1998 se produjera en Ilakaka la primera “fiebre de los zafiros”, cuando se encontraron, por casualidad, las primeras piedras en un campo de arroz, Madagascar se ha convertido en uno de los principales productores de gemas y suministra el 40% de los zafiros del mundo. Se calcula que hay 500.000 personas involucradas en la minería artesanal y de pequeña escala, y 2.500.000 que dependen de ella (familia directa y extensa). [1]
El paisaje lunar que se crea en estas explotaciones revela numerosos agujeros que tienen una media de 20 metros de profundidad. Las condiciones de trabajo son peligrosas, pues el riesgo de derrumbe es alto y, con ello, el peligro de muerte. Todo el trabajo se lleva a cabo de forma manual por mineros solitarios o pequeños grupos familiares que cuentan con su explotación particular. Un acuerdo verbal con las autoridades locales suele bastar para autorizar la explotación minera, aunque no exista una autorización oficial del gobierno. El miedo a la corrupción hace que, a menudo, se evite informar al Ministerio de Minas, por lo que muchas de estas minas son consideradas ilegales.
A pesar de la extraordinaria riqueza mineral del país, Madagascar e Ilakaka siguen siendo terriblemente pobres. El país registra una de las tasas de pobreza más elevadas del mundo: el 75% de la población malgache vive por debajo del umbral de 1,90 dólares al día. [2] La pobreza más absoluta se da en las zonas rurales, donde vive más del 80% de la población, alejada de los ya escasos servicios sanitarios disponibles.
Existe una gran asimetría en términos de poder, redes y conocimientos entre los distintos actores de la cadena de suministro del zafiro malgache, en detrimento de los mineros, la parte más vulnerable de la cadena. El pago que reciben es una mínima fracción del valor de las piedras en bruto en el mercado (las estimaciones indican que sólo se les paga el 10% del valor). [3]
Las gemas se envían en bruto casi exclusivamente a Sri Lanka y Tailandia, donde se cortan y se pulen para su posterior venta. Esto implica que la mayor parte de los beneficios y, por supuesto, de los márgenes de beneficio, se obtienen y se quedan en el extranjero. Es difícil aportar cifras concretas, dada la escasa regulación del sector, pero se cree que “aproximadamente el 70% del mercado de zafiros en el país está controlado por ciudadanos de Sri Lanka, que introducen las gemas de contrabando en su país para cortarlas y exportarlas. Cada año podrían salir de Madagascar zafiros por valor de unos 150 millones de dólares”. [4]
Sin embargo, en Madagascar emergen iniciativas de abastecimiento responsable desde la misma extracción en origen, de gran interés para todos aquellos proyectos de joyería con vocación de cambio hacia prácticas más éticas y sostenibles. A continuación describimos una de estas experiencias, de la mano del proveedor Wennick-Lefèvre.
Zafiros naturales que benefician a las comunidades locales y respetan el planeta
Wennick-Lefèvre es una empresa danesa especializada en zafiros sin tratar extraídos de forma responsable en minas artesanales de Madagascar y Sri Lanka. “Sostener una piedra preciosa es como tener el planeta en la mano y, cada una, implica una responsabilidad hacia la Tierra”, afirma Svend Wennick, fundador del proyecto.
Las gemas que ofrecen provienen de comunidades mineras situadas en lugares muy concretos y recorren una cadena de suministro justa y transparente, en la que las personas trabajadoras tienen unas condiciones dignas y operan con el mínimo impacto medioambiental. Se trata de una rueda de negocio basada en el trato personal y en la estrecha relación con sus colaboradores después de muchos años de conocimiento y trabajo conjunto.
“Cada piedra preciosa extraída de la tierra tiene el potencial de beneficiar a todas las personas que integran la cadena de suministro, especialmente a las comunidades locales donde se extrajo”.
La mayoría de sus piedras preciosas en bruto son de Madagascar, especialmente de la región de Ilakaka, el mayor yacimiento de zafiros de la Tierra, a la que llaman “la cuna de los zafiros de los colores del arco iris”. La mina de Noel, a quien Svend conoció en 2010, es una de las operaciones mineras con las que trabajan. La tierra pertenece a su familia desde hace generaciones y anteriormente había sido una granja. Hoy, es una mina a cielo abierto que emplea entre 20 y 40 mineros, donde la única maquinaria utilizada es una bomba de agua.
Cuando compran gemas en bruto en origen, pagan una prima del 50%. También aplican una prima del 50% en su lista de precios de corte y pulido, basada en las listas de precios de proveedores similares, promoviendo unas buenas condiciones laborales, justas y seguras.
Las piedras en bruto viajan hasta Sri Lanka para ser talladas en el taller de Nilanthi Thisera en Kuruwita, cerca de Rathnapura, donde el oficio lapidario se ha practicado y perfeccionado durante siglos. Conocieron a Nilanthi hace más de 20 años, pero no fue hasta recientemente, en 2022, cuando crearon conjuntamente la fábrica Sunrise Facets, que hoy emplea a 12 personas. Los estándares que esperaban que Nilanthi aplicara no sólo se cumplieron, sino que superaron con creces las expectativas previas. Los salarios del personal se duplicaron y los contratos incluyen medidas como la baja por maternidad remunerada durante seis meses. Nilanthi es la primera mujer de Sri Lanka en poseer y dirigir una fábrica de corte.
Una vez talladas, las gemas se envían a su oficina de Copenhague, donde se distribuyen a firmas joyeras de todo el mundo. Wennick-Lefèvre ofrece una trazabilidad total y (auto)certifica que las piedras no están tratadas. Sólo el 1% de los zafiros engastados en joyería son realmente naturales; el 99% han sido tratados, sobre todo vía calentamiento.
Otra interesante política adoptada por esta empresa danesa es la de «un árbol por una piedra preciosa», que tiene por objetivo garantizar que las piedras extraídas tienen un impacto positivo en el planeta. Por cada piedra preciosa que venden, plantan un árbol a través de la asociación con Eden Forest Project. Desde 2019, han plantado más de 100.000 árboles en Madagascar.
Pero su compromiso con la justicia global y la sostenibilidad va incluso más allá e incluye una faceta de activismo para transformar la industria. En 2021, pusieron en marcha el movimiento Copenhagen Commitment, con el apoyo de Kira Kampmann y Yianni Melas. Su objetivo es claro: reunir a todas las partes interesadas para trabajar colaborativamente hacia una industria más responsable e iniciar proyectos que mejoren las condiciones en las cadenas de suministro. Lo que empezó en su oficina de Copenhague, ya se está expandiendo internacionalmente. En 2022 y 2023 celebraron dos encuentros en Londres, en colaboración con The Goldsmiths’ Centre, y hoy Copenhagen Commitment es una ONG con sede en La Haya. El próximo encuentro será el 15 de abril, en Londres. Las entradas estarán disponibles en la web de The Goldsmiths’ Centre.
Project Ilakaka: una nueva iniciativa para apoyar a la comunidad
En los últimos años, la pobreza en Ilakaka se ha acentuado y las necesidades más básicas, como la alimentación y el acceso al agua, no llegan a cubrirse. Debería ser una zona próspera, pero los beneficios del zafiro ascienden por la cadena de suministro.
A finales de 2023, nace Project Ilakaka, una pequeña ONG que quiere trabajar a largo plazo para logar un circuito más justo, en el que la población local pueda beneficiarse de sus propios recursos naturales. Como punto de partida, prioriza el trabajo conjunto con la comunidad para detectar sus necesidades principales y ofrecer un apoyo directo.
Wennick-Lefèvre hace una invitación abierta a colaborar con el proyecto. En esta primera fase, las donaciones se destinarán a la construcción de pozos públicos de agua potable, la distribución de alimentos a las familias más empobrecidas, y la adquisición de suministros médicos para la creación de una clínica adecuada.
Artículo elaborado por el colectivo ORIGEN – Gold for Future, con la colaboración de Svend Wennick.
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